Per aspera ad astra.
A veces, la vida puede tener un sentido del humor un poco particular.
Un día puedes estar sumido en el hastío, buscando cambios que le den un brochazo de «emoción» a la rutina, como Van Gogh cambiando de modelos a still life.
Te cuestionas.
Cuestionas tus decisiones, tus anhelos, y cada una de las cosas mediante las cuales te has construido. Resulta imposible evitar la pregunta de si realmente podrás llegar a donde quieres, o si estás siendo lo mejor que podrías ser.
«¿Será suficiente?»
Entonces, por un momento, llega la decepción. Llegan los «tal vez debí haber hecho más» y los «no debí hacer eso, o dejar aquello pasar».
Y así es como un día que comenzó como cualquier otro, termina convirtiéndose en una expedición donde descubres una biblioteca visual de memorias, y donde exploras cada recoveco de tu mente, haciéndote preguntas y buscando las respuestas.
Lo desconocido nos inquieta y nos atrae. Ansiamos descubrir la razón de nuestra existencia. Miramos a las estrellas a través de la oscuridad del espacio para observar fenómenos increíblemente lejanos.
Muchos de nosotros sentimos curiosidad por las cosas que vemos, por esas incógnitas.
En esta «expedición», descubres que a veces tú te ríes de la vida, y otras tantas, ella se ríe de ti. Ese es su peculiar sentido del humor. Te arroja piedras en el camino con las que tropiezas, y una vez en el suelo, la vida te mira con una sonrisa de gato Chessire.
Algunas eran previsibles, y aún así tropiezas con ellas.
Te volverá a arrojar las mismas piedras una y otra vez y se reirá todas las veces que caigas, hasta que aprendas a evitarlas, esquivarlas, o a recoger la fastidiosa piedra y arrojársela de vuelta a la vida.
O... Puedes tomarla, y guardarla en tu bolsillo.
Todos asumimos la vida y sus desafíos de formas distintas. Yo guardo las piedras en mi bolsillo, pues las uso para construirme.
Creo que somos más que tejidos y huesos. Somos una colección de nuestros aciertos, errores, derrotas y victorias. Somos las cicatrices que cargamos de nuestras caídas.
Algunas traspasan la piel, y quedarán en el alma mucho después de que el cuerpo haya abandonado el plano terrenal.
Hay un dicho en Latín que ha representado muy bien mi manera de ver las situaciones difíciles, «Per aspera ad astra». Podría traducirse de diferentes maneras, como «a través de la adversidad hacia las estrellas», «por el camino más difícil a las estrellas» y muchas tantas frases similares.
Sin importar cómo lo leas, el significado sigue siendo el mismo.
Cuando la vida te arroja piedras, probablemente lo veas como una obstáculo, pero en realidad tienen una función esencial. Te obliga a ti y a la humanidad a generar más energía, fuerza o consciencia para poder superar ese obstáculo y seguir hacia adelante.
La presión convierte los carbones en diamantes, y esa es la función de las piedras. Cambiarte, desafiarte y construirte, pues mientras todo permanezca igual, no podrás avanzar.
Los cambios vienen cuando debemos salir de nuestra zona de comfort y enfrentarnos a lo desconocido.
Por eso, si me lo preguntas, voy a preferir el camino difícil, pues es ahí donde he tenido los cambios más importantes; esos que me han permitido llegar a las estrellas y descubrir que soy invencible.